Nos acercamos a Split. Ciudad de tráfico complicado, una especie de embudo que empuja la circulación hacia el mar. Notables cuestas. El otro día, buscando un cajero automático hemos llegado hasta la muralla. Ahora nos lo proponemos y parece más complicado. La temperatura es espléndida. Preguntamos cómo llegar hasta el Palacio de Diocleciano y la gente parece bastante competente en lengua inglesa. Aquí me nació la idea de que el inglés "ha avanzado más en Europa oriental en quince años que en Europa occidental en cincuenta". El Palacio de Diocleciano no es un Palacio sino una ciudad, cosa que recuerdo haber descubierto meses antes en el episodio de Michael Palin's New Europe en el que se pasea por sus calles. Pienso en el marco legal y en los derechos de propiedad sobre semejante laberinto. Encontramos una puerta de la ciudad, junto al bazar. La plaza del peristilo, la torre, las callejas. Esa noche encontramos un patio con un vergel que quise fotografiar y que no seremos capaces de encontrar al día siguiente. Luego caminamos por el paseo marítimo, iluminado por las luces de los barcos, adornado con paseantes y puestos de helados.
Poco antes de volver, nos deleitamos con un concierto de jazz en la plaza del peristilo. El guitarrista es bueno, pero la chica tiene una voz impresionante.
Poco antes de volver, nos deleitamos con un concierto de jazz en la plaza del peristilo. El guitarrista es bueno, pero la chica tiene una voz impresionante.
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