sábado, 23 de mayo de 2009

Viaje por los Balcanes II: Kotor - Sarajevo, 04-10-2008

Amanece en el fiordo y sin demasiadas concesiones partimos. Va a ser un día largo. El plan es atravesar este antiguo y nuevo país de Montenegro y llegar a Sarajevo anochecida. Hay un par de planes por el medio. Descartamos la carretera que serpentea desde Kotor hacia Cetinje (Цетиње, pronunciése "Chetiñe") y seguimos la de la costa, por Tivat y Budva, para hacer parada en un lugar por el que tengo un interés especial.

Viene un viento fuerte, el cielo está encapotado y rizada la mar en este mar interior que recorremos. A veces una ola salpica o llega hasta la carretera y nos empapa el parabrisas, pero aún así y a pesar de lo angosto de ésta disfrutamos el recorrido viendo desde el otro lado los lugares por donde ayer pasamos. Poco después de Budva, donde no hacemos parada, llegamos a la península-balneario de Sveti Stefan (Свети Стефан, San Esteban), y la lluvia nos da una tregua. La primera mitad del segundo encuentro entre Fischer y Spassky se disputó aquí en 1992, veinte años después de su duelo por el trono mundial del ajedrez en Reykjavik. El balneario está cerrado, pero se puede recorrer la franja de playa y disfrutar de las vistas de la cuasi-isla.

Volvemos al coche y según nos vamos acercando al país montañoso, que lleva la montaña y el color de este día en el nombre, el cielo más se carga de nubes y caen rayos y oimos truenos. En eso llegamos a Cetinje y paramos cerca de un edificio notable, que es el Museo Nacional. Con sus veinte mil habitantes, Cetinje no es enorme, pero fue capital de Montenegro y se ven edificios nobles, antiguas embajadas, un monasterio destacable. El tiempo está muy desapacible, así que nos refugiamos en una especie de bar, donde podemos tomar una cerveza (la palabra es "pivo" y vale para todo el mundo eslavo, es una buena inversión en conocimiento). El local está casi vacío y en las paredes cuelga una bandera montenegrina y fotos de patriarcas ortodoxos. Parece antiguo y me alegro de haber aprendido los números en la lengua local, para pagar a la camarera. Cerca hay otro bar, que se llama Bar Celona. ¿Qué tipo de nombre tendrán los bares en Bar?

Deja de llover y salimos a la calle, y ya vemos más cosas. Anja compra un burek, y nos acercamos al monasterio, que no se puede visitar, pero entramos en una misa ortodoxa, que tiene un aspecto más esotérico que la católica, lo cual incrementa ligeramente las posibilidades de que esta sea la religión verdadera. Una clientela de viejas es consustancial a todo aquelarre, pero aquí me fascinan los iconos, es condición sine qua non para aspirar a iconoclasta.

El plan original era subir a la montaña que dicen da nombre al país, en cuya cima se encuentra el mausoleo del poeta Petar Petrović Njegoš, pero la niebla nos difumina la idea y decidimos seguir camino por la carretera que llega a Podgorica, que antes se llamaba Titogrado en honor saben ustedes a quién. La ruta no llega a entrar en Podgorica, pero se avista en lontananza. Antes de llegar al desvío de Podgorica, tenemos vistas del lago Skadar/Shkodër y las montañas de Albania, no muy buenas a causa de la lluvia. Tras un cruce por el que todos los montenegrinos pasan tarde o temprano dejamos la capital a la derecha y seguimos hacia el norte. El siguiente punto en el recorrido, donde pensabamos merendar, es el monasterio de Ostrog, bello como esculpido en la roca. Pero al empezar a subir hacia Nikšić nos rodea una niebla terrible y no se ve a diez metros. Apenas pudimos avistar el cartel del desvío, pero decidimos no subir y nos queda algo interesante que visitar en nuestra siguiente visita montenegrina.

En Nikšić nos dio tiempo a perdernos por un leve periodo de tiempo. Al final, preguntando con pronunciación foránea y con manos, conseguimos averiguar el camino hacia Šćepan Polje, por donde tenemos que entrar en Bosnia-Herzegovina. Después de Nikšić vamos solos por estas carreteras desiertas. Solos bajo la lluvia.

Antes de llegar a la frontera encontramos con un paisaje formidable de árboles en tonos verdes, bermejos y ocres. Estamos en las estribaciones del Parque Nacional de Durmitor, siguiendo una carretera horadada de tuneles a lo largo del cañón del Tara con un agua de un verde azulado increible. Seguimos el cañón hasta llegar a una presa altísima y, poco después, al puesto fronterizo montenegrino donde ni nos paran. Unos kilómetros más abajo se encuentra el puesto bosnio.

Por este puesto de Hum se accede a la República Serbia de Bosnia-Herzegovina, la República Srpska. Me cuesta describir la escena con los dos tipos esperando a Godot en una caseta en medio de la nada, en la parte más baja de un desfiladero, en un lugar donde ni hay luz ni habita nadie, sino los fantasmas de cien guerras. Sigue lloviendo a raudales, y me hacen bajarme del coche para entrar en el puesto con los pasaportes, que me sellan diligentemente. Vuelven a mencionar al Real Madrid y nos indican con señas que sigamos camino. Salimos con el semáforo en rojo, pero no dicen nada.

Ya es de noche, seguimos sin demasiadas complicaciones hacia Foča y luego hay un desvío en el que hay que saber que Сарајево es Sarajevo. De pronto vemos las luces de la ciudad martir y hemos llegado a nuestro destino. Pasamos junto al aeropuerto y veo un letrero que indica la dirección del tunel de la vida. Sarajevo es una ciudad en la que es sencillo orientarse, de puro estrecha. Aún de noche y cansados, nos maravillamos con las luces verdes de los alminares de las mezquitas, la Biblioteca Nacional, los tranvías. Tenemos mucha suerte con el alojamiento. Un ático con vistas al Sebilj en Baščaršija. Como estamos cansados decidimos cenar en casa y no recorrer la ciudad de noche. Al fin y al cabo, mañana también haremos noche aquí.

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